GESTIÓN DEL COLOR. UNA
TORRE DE BABEL
La gestión del color es algo que aparece
como un dolor de muelas, una asignatura pendiente con la que no contábamos
cuando tan alegremente aprendiamos a manejar la cámara, el escáner,
o hacíamos nuestros pinitos con el programa de retoque o de diseño
gráfico. Conseguimos unas imágenes impresionantes y resulta
que al imprimirlas, o enviarlas a los amigos para que las vean en su pantalla,
han cambiado completamente.
Para castigar nuestra soberbia tecnológica, o
por alguna otra oscura razón, los dioses hacen que nuestros monitores,
cámaras, escáneres e impresoras hablen diferentes idiomas.
¿No es suficiente inventar un código numérico para
que cuando anotamos 255-0-0 cualquier aparato sepa que nos referimos a
un rojo puro? pues no, porque el rojo puro de un monitor y de una impresora
nunca van a ser el mismo color, ni lo serán fácilmente los
de dos impresoras del mismo modelo. Ni tampoco dos verdes, dos azules,
dos blancos o dos negros.
Nuestro sistema visual puede atenuar un poco el problema
gracias a sus mecanismos de adaptación, que son la acomodación al nivel medio de lluminosidad y la constancia
de color, pero no es remedio suficiente cuando comparamos dos copias de
la misma foto tiradas en impresoras diferentes, ni tampoco cuando miramos
ciertos colores para los que tenemos una memoria especial, como el blanco,
los grises neutros, el color de la piel, etc.
Aunque el problema no lo hemos creado los usuarios, no
va a haber a corto plazo una solución tecnológica que normalice
los productos y procesos de fabricación. De momento hay que conformarse
con soluciones de compromiso, que consisten en:
1- Poner a punto la cámara, pantalla, escáner,
impresora o procesadora de revelado que manejamos, para que se exprese
claramente en su idioma, es decir, que muestre su gama de colores reproducibles: Calibrado.
2- Incorporar en el archivo de datos una información
que diga cuál es este idioma, para que se pueda traducir al idioma
de otros dispositivos con gama cromática diferente, de forma que
los colores sigan siendo, en la medida de lo posible, los mismos: Perfil
de color.
3- Decidir en qué idioma vamos a añadir
o crear información con las herramientas de los programas de tratamiento: Espacio de trabajo.
4- Traducir nuestras imágenes a algún lenguaje
universal, para que muchos dispositivos diferentes interpreten unos colores
lo más parecidos posibles: Espacio de referencia.
5- Procurar utilizar un buen diccionario para las traducciones: Motor de conversión.
6- Darle al traductor instrucciones sobre cómo
actuar en el caso de que un color no se pueda reproducir en la gama de
destino: Criterios de conversión.
Espacios de color
Sin entrar ahora en cosas elementales como la definición del color,
la percepción o la influencia de las condiciones de iluminación,
el marco de referencia es la gama de colores visibles para el ser humano,
de la se pueden hacer registros estadísticos y representarla en
tres dimensiones, como en los sistemas de representación del color.
Modelos
de descripción del color tridimensionales.
Un sólido representa la gama visible. Cada punto
dentro de él es un color, pero los puntos son infinitos, y no
hay un nombre para cada uno. Entonces se sitúan referencias clave,
que suelen ser el blanco, el negro y tres, cuatro o seis tonos puros
(RGBCMY).
En tres dimensiones se puede localizar un color con
tres datos. Imaginemos un sistema de 3 coordenadas, y en él un
sólido que abarca todos los colores visibles. En colorimetría
se le denomina Espacio de representación universal,
y se concreta en diferentes modelos según lo que mide cada coordenada.
Los modelos que más nos interesan son el CIE-XYZ y CIE-LAB. Son modelos de referencia teóricos,
normalizados e independientes de los dispositivos.
Perfiles
Ahora, cojamos un monitor, que produce una gama de colores combinando
tres tonos puros. Se miden las características de cada primario
emitido y se sitúan en el sistema de referencia, y también
se sitúa el blanco que produce la suma de los tres.
Si anotamos las coordenadas de los cuatro puntos clave,
tendremos el perfil del monitor. Un motor de conversión sabría
situar, con estos datos, el color real que produce cualquier combinación
de primarios del monitor, por ejemplo un turquesa r30-g200-b225, y sabría
decirle a una impresora qué valores CMYK debe combinar para imprimir
el mismo color, si conoce también su perfil.
El perfil del monitor definiría un poliedro
dentro de la gama visible en el espacio de referencia. Otro monitor
daría un sólido similar, pero los vértices podrían
no coincidir. La gama de una impresora es bastante diferente, ya que
las tintas CMY situarían los vértices en zonas distintas
a las RGB.
La representación tridimensional ayuda a comprender
el porqué de las conversiones para no perder la referencia real
del color, pero lo habitual es comparar las gamas en gráficos
de dos dimensiones.
Esto es posible si en los espacios de referencia una
de las coordenadas mide la luminosidad, y las otras dos las características
cromáticas: matiz y saturación. Entonces, se pueden proyectar
los sólidos en la dirección de la luminosidad, sobre un
plano, y obtener un diagrama cromático.
Localización
de los primarios de cuatro conocidos espacios RGB
en los diagramas
cromáticos xyY (arriba) y Lab (abajo).
Espacio de trabajo
Entre los espacios más amplios, que representan toda la gama
visible, y los espacios concretos de los dispositivos, mucho más
limitados y acotados en los perfiles, es aconsejable establecer una
gama intermedia como espacio de trabajo.
Si este espacio se ajusta a la gama del dispositivo
de salida, habrá una buena correspondencia entre lo que vemos
y lo que tendremos.
Si el espacio no abarca toda la gama de salida, estaremos
desperdiciando parte de esa gama, y crearemos imágenes pobres
de color.
Si el espacio es amplio y abarca cualquier salida,
dispondremos de una gama rica en color y aprovecharemos al máximo
las posibilidades de la salida, pero lo que vemos y lo que obtendremos
no se corresponderán ni en gama ni en continuidad.
La situación típica en que interesa la
primera opción es cuando preparamos imágenes para ver
en pantalla, presentaciones o páginas web. Un espacio como sRGB,
que no es un promedio de los espacios de monitores como se dice, sinó
que abarca bien la gama de la gran mayoría, nos deja ver los
colores que realmente obtendremos, con poco margen de error. Con un
espacio extenso, sobre todo si trabajamos a 8 bits, la salida supondrá
un angosto embudo en el que, tanto los tonos más vivos como las
transiciones suaves, se resentirán.
Sin embargo una fotografía en sRGB se queda muy corta en la impresión, porque no posee los tonos
intensos de una impresora o procesadora. Un expacio RGB intermedio como AdobeRGB, o uno amplio como Pro Photo o Wide Gamut,
abarcan los espacios reales de impresión y presentan ventajas
similares a las de trabajar con una profundidad de bits expandida. De
hecho es muy aconsejable combinar ambas cosas, porque una gama extensa
a 8 bits resulta demasiado discontinua cromáticamente, sus colores
están más separados que en una gama de salida.
Criterios de conversión
Para ajustar la gama del espacio de trabajo a la de la salida, podemos
escoger entre cuatro criterios, según lo que nos interese.
Con el criterio perceptual,
la gama se reduce proporcionalmente. Imaginemos un globo un poco grande
para meterlo en una caja de cartón. Se trataría de deshincharlo
hasta que cupiese, sin perder su forma. Teniendo en cuenta la adaptación
a la escala de luminosidad del entorno y la percepción relacionada
de los colores que nuestro sistema visual hace automáticamente,
este criterio es el idóneo cuando lo importante es conservar
la gradación y valor relativo de los colores de la imagen.
Con el colorimétrico relativo,
aprovecharíamos la elasticidad del globo para meterlo en la caja
presionando ciertas partes. La compresión se centraría
en las zonas problemáticas de la gama, manteniendo intacta la
mayoría de los colores. Es una opción ideal cuando queremos
perder lo menos posible la viveza de los tonos, manteniendo un buen
aspecto global.
El criterio colorimétrico absoluto se diferencia del anterior en que no se ejecuta la compensación
del punto blanco. Imaginemos en el globo un eje imaginario, una recta
formada por los tonos neutros, de negro a blanco. Este eje puede estar
desplazado o en diferente orientación respecto del eje de tonos
neutros de la caja, que además es mucho más inestable
en una gama con primarios sustractivos.
En el colorimétrico relativo y en el perceptual
ambos ejes se superponen, identificando el blanco máximo de origen
con el de la salida. En el colorimétrico absoluto no, porque
se utiliza precisamente para pruebas de color, en las que se compara
el comportamiento de diferentes espacios. Si empleamos este criterio
por descuido, es muy fácil que aparezcan dominantes de color.
Por último, el criterio saturación también se usa para cosas muy específicas, sobre todo
gráficos estadísticos y otras imágenes donde distinguir
los colores interesa más que el aspecto global. Consiste en aprovechar
al máximo la gama de destino, como introducir el globo en la
caja y después hincharlo más hasta que llegue a ocupar
las esquinas.
|